"Todos tus sueños pueden hacerse realidad si tienes el coraje de perseguirlos" (Walt Disney)

jueves, 23 de febrero de 2012

JOYAS LITERARIAS: Las Cosas de Robin

Las Cosas de Robin, es un libro biográfíco del ex-futbolista y presentador Michael Robinson. Nos cuenta de un modo narrativo, anécdotas y vivencias ocurridas a lo largo de su carrera, sobre todo a partir de su fichaje por el Club Atlético Osasuna, en Enero de 1.987.
El libro está editado en 1.996 y en estos casi dieciseis años es la tercera vez que lo leo. Como suele ocurrir en estos casos, parece la primera vez y me vuelve a sorprender gratamente.
Les voy a compartir un extracto del capítulo 10, La Pretemporada.


CAPÍTULO 10: La Pretemporada

              Sammy estuvo encantado hasta la pretemporada. Porque, ahora que sale a colación, tengo que confesar un secreto, y es que las pretemporadas en España son la repera, muy difíciles. Yo no estaba acostumbrado a ello, porque en Inglaterra los entrenamientos son muy fuertes durante la temporada. Pero en la pretemporada, en el Liverpool por lo menos, lo máximo que corríamos era dando la vuelta a un campo de fútbol, cuatrocientos o quinientos metros, pero siempre en llano. Jugábamos partidos en campos grandes, pero cinco contra cinco, y aunque teníamos que correr largos trechos para coger un ritmo futbolero, siempre dominando el balón, trabajando con la pelota, aquello no era como aquí. Los meses de la temporada eran allí verdaderamente muy duros, a diferencia de España, donde resultan tranquilos, más bien flojos. Sin embargo, la pretemporada en España es castigadora, impresionante, vamos.
Nos desplazamos con el Osasuna hasta los Pirineos y tanto Sammy como yo tuvimos nuestra primera experiencia de pretemporada - Yo había llegado el día de reyes de 1.987.
Experimentamos una rara sensación que quizás pocos seres conozcan. Me refiero a subir, subir pistas de esquí. La mayoría de las personas suben en telesquí y luego bajan con las tablas puestas. Sin embargo, nosotros no hicimos más que subir, subir pistas de esquí y laderas de montañas. Cruzamos ríos secos, rodeamos y atravesamos bosques, y a los dos nos parecía una cosa realmente curiosa, porque en un campo de fútbol, donde nos ganábamos la vida, nunca habíamos visto ni un río seco ni tampoco un árbol. Ni tampoco una cuesta del tamaño de una pista de esquí. Era algo para nosotros inconcebible. Recuerdo un día en que estabamos corriendo por el monte, ascendiendo esas cuestas interminables con cuarenta grados de calor y, de repente, nuestro preparador físico, Tasio del Arco, paró y dijo:
       - Oye, creo que vamos mal.
       Imagino que saben que en Navarra hay mucho campo y también mucho campesino. Bien, entonces se mojan el dedo índice, lo levantan en el aire y dicen: "No, pues el viento va para allí y las nubes van para allá; tenemos que ir por ahí". Fuimos por donde decían, pero no, nuevamente íbamos mal. Llegaron a parecer scouts de esos, o indios, poniendo la oreja hacia un lado y diciendo: "No, no; tenemos que ir por la derecha". Y continuamos hacia la derecha. Pero la cosa tampoco resultó y otra vez ibamos mal, y el caso es que ya llevábamos cuatro horas mal, con lo que el pelirrojo Sammy Lee estaba quemándose de mala manera y yo, como buen guiri, también. Aunque no solamente por guiri, pues todos los demás también se estaban abrasando. Lo malo de todo aquello no era que tuviésemos que atravesar precipicios respetables y realizar un cursillo aceleradísimo de montañismo, sino que a las seis y media de la tarde teníamos que jugar contra el Jaquetano, el equipo local de Jaca. Finalmente encontramos un cortafuegos y bajamos por él. ¡Bien! Estábamos a salvo. Lástima que el autobús estuviese al otro lado de la montaña y tuviéramos que seguir pateando y llegar a un local desde donde llamar al autobús para que nos viniera a buscar y nos llevara al hotel; pero no para que pudiéramos cambiarnos o descansar un rato, porque dada la hora que era, tuvimos que coger las bolsas con el uniforme del Osasuna y partir raudos rumbo a Jaca, donde tuvimos que disputar el partido contra el equipo local. ¡Claro que ganamos el partido sin ningún problema! ¿Qué era chutar a pesar del cansancio? Además, el entrenador nos recompensó con un pequeño descanso. Al día siguiente solamente tuvimos que levantarnos a las nueve de la mañana.
¡Ah, la pretemporada! Todos los días subíamos al monte y corríamos durante una hora. La hora se dividía en seis carreras de diez minutos unas veces, en tres de veinte o dos de treinta otras, o sencillamente se trataba de una carrera contínua de una hora. Aquel día nos tocaba carrera contínua de una hora, evidentemente a un ritmo no demasiado fuerte. Sammy siendo novato en el equipo, quiso meterse con los jóvenes y estos se despegaron del pelotón de los veteranos, qué se yo, unos trescientos metros. Corríamos a través de un campo con una yerba muy alta e íbamos abriendo una especie de senda al aplastarla.
Una culebra que debía encontrarse por allí pasando una tarde veraniega bastante placentera, seguramente oyó al Club Atlético Osasuna paseando por su campo y, claro, ¿Verdad?, la naturaleza es sabia, de modo que al ver venir al primer pelotón, agacharía la cabeza para dejar pasar al equipo. Se arriesgó luego a intentar cruzar el camino recién trazado por el primer grupo, pero he aquí que yo iba en cabeza del segundo pelotón con los veteranos, y según se encontraba en mitad de la senda la golpeé con el pie y se enroscó en mi tobillo. Pegamos unos gritos de muerte, ¡uah! impresionante. Me llevé el susto de mi vida. Todo el mundo se paraba y gritaba: "¡Robin se ha jodido! ¡Robin está lesionado! ¡Robin está inválido y no vale para la práctica del fútbol!". Pero no me produjo ninguna lesión, aunque sí un susto de muerte, casi de infarto. Con esto terminó mi experiencia en el monte. le dije al señor Zabalza:
       - Esto no es para mí. Y además, cuando debutemos la temporada que viene, no habrá serpientes, ni culebras, ni rios secos, ni leches en vinagre. Esto yo no lo aguanto más.
      A partir de ese momento, bajaba hasta el autobús y me quedaba esperando hasta que mis compañeros terminaran su entrenamiento, pero nunca volví a la montaña. Además, era malo para mi rodilla.


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